Tengo sed. Mi lengua pasa por su piel cual papel de lija. La piel de mis labios está cuarteada como tierra en sequía de años. No siento ningún calor, pero tampoco ninguna brisa fresca. No existe conexión alguna entre mi pensamiento y mi cuerpo, entre el cielo y el ahora. No, absolutamente no hay conexión entre lo que siento en mi cerebro, los recuerdos, los olores, el lugar en el que vibra mi mente y lo que está aconteciento en el momento real. Wait a minute! momento real, tiempo real, realidad, tiempo? En qué momento el sol repeló su luz y en qué momento la estamos recibiendo? Después de cuanto? Somos el pasado de Júpiter o el futuro del sol?
Mientras todas estas divagaciones llegan a mi mente, lo veo fijamente a los ojos bajo el ligerísimo esplendor de la luna que atraviesa mis cortinas y dibuja su rostro. Fatalidad. Sexo. Él logra ver en mi mirada esa entera desconexión. Se siente nadie ante mis pensamientos. Es nadie. Sin duda él no es mi realidad. Porque entre la física de mi cerebro y de mi cuerpo, y la magia de mis pensamientos en contínua expansión, existe la energía oscura. Algo. Pura energía. Nada más que energía, nada de moléculas, sólo sustancia intangible invariable en el tiempo.
Regreso por momentos al presente, al tiempo que pasa, a la vida que corre, y así lo encuentro concentrado en la mecánica de esos sus movimientos que detienen su conciencia. Su mirada fija en mi cuerpo clava en mí destellos de excitación, que logran halarme bruscamente de vuelta al tiempo cotidiano, al tiempo humano, a ese tiempo que transcurre con el girar de la tierra, compuesto de días y noches, de minutos, segundos, horas, cigarros consumidos, senos caídos, hambre. Y entonces lo odio… a él y al misterio, a Cronos. Me atraviesa un fuerte deseo de poner fin a su respiración, a su corazón que bombea sangre, a su vida, al tiempo, en una especie de orgasmo fatal, destruir su cielo. Así que mirándole fijamente las pupilas y él las mías, ajugeros negros de dónde nisiquiera sus pensamientos logran escapar de mi campo gravitacional, lo tomo por el cuello y empleo todas mis fuerzas para cerrarle la garganta. Lo consigo, mientras me muevo sobre su pelvis lo ahorco, su respiración se hace cada vez más entrecortada hasta que llega el miedo y la eyaculación. Saca su fuerza de hombre para botarme de un sólo golpe lejos de él acabando con mi fantasía científica.
No conozco a este hombre. Ni puta idea de su nombre, de su existencia. Pero aquí está frente a mí compartiendo el espacio-tiempo, la realidad, la constante cosmológica, él y su pene flácido. Él no me comprende , no tiene palabras, su cabeza no podría nunca imaginarse dónde rayos estaba la mía. En cambio yo sí lo sabía perfectamente, y el lograr comprenderlo, sacaba de mí una sonrisa perturbadora para cualquiera… Era mi energía oscura, la misma que inunda el universo, la responsable de la expasión del cosmos y de la expansión de mi pensamiento a lugares inimaginables, lejanos de cualquier razonamiento humano hecho hasta hoy.
Dónde estaba mi mente entonces, sobre qué flota el universo? Sobre la ausencia de materia, el mismísimo vacío. Ese que inspira y es progenitor de la energía oscura… Ella -yo- que expande el universo y a todas las formas de materia y locura, de energía e impulso, a las leyes, al misterio y a la física que gobiernan.