Archivo mensual: febrero 2011

Odio a los músicos

La música sin duda es el misterio más grande de la humanidad. Es un cálculo matemático, es ciencia. Pero al mismo tiempo, y en contraposición, es alma, es sentimiento, es «espíritu».  Neurólogos de todo el mundo han tratado de comprender los complejos procesos neuro-anímicos que se producen en el cerebro cuando se hace música, sin éxito alguno.  Nunca he creído en la vida después de la muerte, ni en el «alma», pero cuando escucho ciertos temas todo mi paradigma científico se ve reducido de tal modo que en lo único que creo es en la existencia de un Dios. Y en un Dios que come LSD con Hendrix, Janis, y se transforma en humano cuando canta Hocus Pocus haciéndose pasar por el cantante de Focus (Pensaste que no nos daríamos cuenta, ah Viejo?). Pasa sus noches tomando buen vino oyendo a Chopin, a Bach y Liszt, se fuma los porros en alguna playa de brasil con Lennon y Bob oyendo a Tom Zé,  baila cuando escucha la guitarra de Oliver Mtukuvsky o la voz de Lavoe; come hongos en los campos de Islandia con la loca de Bjork y los amigos de Sigur Ros; y es fan enloquecido de Gardel y de Piazzola.   Si «dios» no existe, amigos míos, díganme cómo es posible semejante milagro.

Bien sea un Dios o un demonio, la música nos saca de cualquier dimensión «real» para elevarnos a un estado mucho más puro y trascendente. Y benditos sean los músicos del mundo! – no hace falta aclarar que hablo de los músicos de verdad-Ellos son los únicos dioses verdaderos, por quienes hacemos rituales, a quienes veneramos y amamos, porque  nos alimentan el alma, son la esperanza de este mundo putrefacto y nos recuerdan que somos mucho más que carne y hueso. Pero los odio. Perdónenme pero los odio.

Sexo, Religión y Poder


Era una fría noche en la capital,  el encuentro se daría en un viejo bar ubicado en un barrio antiguo de la ciudad, alejado de los sitios IN o de los vallenatos. La noche pintaba interesante con un grupo de nombre raro y música aún más rara, inspirada en algunos sonidos viejos del caribe, con ritmos robotizados del norte. Al grupo le seguía una banda de esos lugares del país que sólo conocen los que viven allí, y que casi nunca son reconocidos por su música. Pues la banda de Chicamocha nos sorprendió con su irreverencia, y los músicos con su genialidad. Estoy segura que todos los asistentes a la velada salimos muy contentos con ambas presentaciones. Terminado el concierto, me topé de frente con el cantante de la banda estelar de la noche, quien durante una hora me tuvo atónita con su destreza para disparar palabras y darle un orgasmo a la guitarra. Xeh: «Qué más?» Dios: «Quemas» .

Aquella otra noche conocí a este compositor-bajista quien tiempo después se convertiría en el protagonista principal de mis sueños eróticos. Un tipo corriente, con un aire de pesimista profesional a cuestas, caminado desencantado y actitud antipática. Nada especial. Un tipo más del común. A la fuerza pasamos mucho tiempo juntos, por compromisos laborales que nos obligaban, nos llegamos a conocer y a hacernos amigos. Hasta el día que me invitó a una presentación suya con la banda en la que toca el bajo. Ese día descubrí el poder que tiene el bajo sobre la vagina, corríjanme mujeres si me equivoco, cada tonada es una pequeña vibración que se produce allí, nos moja las pantaletas y convierte la velada en toda una experiencia sexual. Cómo era posible que aquél antipático solitario de repente se había convertido en la reencarnación de Eros. Sería su experticia para tocar el bajo? O de pronto su actitud de dueño y señor, de poseedor?  Serían las pequeñas sonrisas que soltaba cada vez que se daba cuenta que era Dios?

De vuelta en mi amada ciudad asistí a una verbena de mi generación, los artistas invitados no podían ser mejores y «la chusma enardecida» es la frase que mejor se acomoda para describir el desenfreno del público. A diferencia del pequeño sitio en la capital, este era un sitio amplio, al aire libre, con palmeras bailando alrededor, y una tarima gigante y psicodélica. Cuatro de las cinco bandas invitadas eran caribeñas, la única -la segunda en presentarse- «extranjera» era esa misma que había visto ya en la capital. Y allí estaban ellos en su tarima. Y allí estábamos nosotros en el cemento, apretujándonos los unos con los otros, gritando y bailando sus canciones. En el medio de la euforia me detuve a observarlos y los odié por lo que ví.

El baterista que sudaba como buen cachaco en tierra caliente, desde su altar de platillos y bombos, se desvivía pegándole a esa batería como queriéndonos sacar el alma del cuerpo con cada golpe, nos observaba perder la cabeza y movernos como locos y se burlaba malvadamente de nosotros, supongo que de nuestra debilidad para contener la excitación. El bajista quien se movía suavemente deslizaba sus dedos en su instrumento con cierto morbo al cual las mujeres, como ya expliqué, no podíamos escapar. Miraba a su público con esta mirada tranquila y esa sonrisa maliciosa; nos tenía en su poder, manejaba la masa con tal sencillez que se sentía dios y nosotros sus discípulos. Y él, el cantante y líder de la banda, ese mismo del «quemas» de aquella noche en la capital, nos quitaba de encima cualquier educación católica con su lírica rápida y vulgar, mientras guiaba a su grupo hacia la batalla de sonido con la actitud de un Hitler con hambre de muerte, siempre con la mirada fría, impávida, imponente e impenetrable, pero determinada a dejar claro quién es quién. Las mujeres se calentaban entre ellas en una especie de orgía lésbica y poética, como bien significa la palabra «música»: el arte de las musas.

«Oro por el porro, lloro por el poporo, corro delante del toro.. sangre no quiero ver» La nube de marihuana no tardó en esparcirse en el ambiente. Algunos dejaban soltar el humo a los pies de los músicos en una especie de ritual religioso, y es que lo que se vivía era, efectivamente, un ritual, ritual de masas, de euforia colectiva. Del cual los músicos son dueños y nosotros esclavos, ellos sacerdotes y nosotros fieles. Ellos son los únicos con la capacidad de oficiar el rito, de manejar nuestras almas, de transportarnos por un amplio espectro de estados anímicos, pensamientos, sensaciones, vivencias y viajes psicodélicos. Nosotros no podemos resistirnos, somos sus súbditos, súbditos de la música. Siendo la música un secreto divino sólo posible gracias a la existencia de un dios, nosotros somos súbditos de ese dios. Siendo los músicos los únicos con la capacidad de bajar la música del cielo y hacerla pagana, cada uno ellos es dios. Y dios tiene el poder. Un poder fálico y húmedo.

Otoño sin otoño

Otoño sin otoño

Me encontré en medio del bosque, con fuentes de agua a mí alrededor, y un viejo anciano que me contaba una de sus historias. Me decía que el dinero es la invención humana más fatal para el alma, y en sus ojos vi el sufrimiento de un hombre con dinero pero sin amor. Me hablaba de los venenos que corren por las venas, de los gatos y de las mujeres. Me hablaba de mí y de mis respuestas. Me tomó con su mano callosa y me llevó con él a su vieja casa, allí bebimos un poco del vino que él mismo había confeccionado y recordábamos aquél día que por la ventana se cruzaron nuestras miradas.

Me encontré en un gran pastizal, bajo un sol radiante y un cielo azul, campanitas sonaban a mi alrededor, y una vieja anciana que me contaba una historia sin palabras, me decía sin decirme que amaba la vida por más ruin que fuera, me amaba a mi, me contaba su historia con su mirada y su sonrisa. Me hablaba de una lejana mujer que no conocía el placer de la música ni de la risa, que por las noches caminaba sola entre los lobos y los jabalíes, para ir a dormir sobre el heno, y despertar a la mañana con el canto de las aves. Me hablaba de mi. Me llevó en silencio a un manantial escondido, la fuente de su sabiduría y su fortaleza. Esa agua era tan pura y cristalina… como ella.

Me encontré en una casa vieja llena de gatos, uno de ellos, tuerto, inspiraba temor. Una casa que tosía vejez y olía a vida, a niños que allí nacieron y ancianos que allí murieron.  Me senté en una de sus sillas, y miré por la pequeña ventana de madera, vi pasar a una joven solitaria y decidido, me lastimó el ver sus ojos tristes. La casa me arropaba con su calor y me invitaba a permanecer con ella; pude sentir su miedo de desboronarse, ella en cambio pudo sentir mi pesar. Compartimos cada uno el peso de nuestras vidas sobre nuestros propios cimientos, los de ella, eran viejos y corroídos por las ratas; los míos aunque jóvenes, endebles, y corroídos por la desesperanza.

Me encontré en un establo, con algunas vacas y un toro, un viejo anciano de un solo ojo, me miraba y me miraba, me miraba mejor que muchos otros que tienen ambos ojos. Me miró y supo de inmediato quién era yo. Nos sentamos a observar la huerta. Se acercaba a mí con confidencia y me hablaba de las bestias, me hablaba de los alimentos, y del agua simple, me hablaba de la tierra y de las plantas, me hablaba de cada forma de vida existente por más pequeña que fuera, me hablaba del camino, y del sacrificio. Del peso de la vida. Del ser hombres y del ser humanos.

Me encontré en una cocina, la comida se hacía lenta pero sabrosa, el olor de la leña se adormecía en mi cabello, dos viejas hermanas yacían cada una en sus años; una observaba las montañas a través de la ventana, la otra se concentraba en un tejido infinito. Hablaban de recuerdos, hablaban de tristezas, hablaban de fantasmas, hablaban con melancolía, hablaban con añoranza, hablaban con voz baja y con voz alta, hablaban desde la vida, y hablaban desde la muerte, hablaban con el teléfono, y con el televisor, hablaban de los hijos, hablaban de los nietos, hablaban de las estrellas, hablaban de los días y de las noches, del frío y del calor, de las hojas y del viento, hablaban de ellas, mientras aguardaban calladas cada una en su silla, cada una en su memoria.

Me encontré en la cima de una montaña, el sol se ocultaba tras las nubes, un viento frío soplaba y golpeaba mis mejillas, una vieja cruz guardaba silencio mientras batallaba contra la brisa. Escuché una canción que venía del fondo del valle, y me senté.

Espere varios días, y varias noches, observaba las hojas de los árboles lejanos mecerse con el viento, y les daba nombre a cada uno. Me hice amiga de aquellos  jóvenes y de los más viejos. Los veía desnudarse suavemente para el invierno. Observé el tiempo, observé mis manos y observé mis pies, observé mis propios ojos reflejados en el cielo. Aquella canción con su melodía antigua y triste, se acercaba lentamente a la cumbre donde yo aguardaba. Pasaron días, mi cuerpo permanecía inmóvil e intacto ante el alba pero también ante el ocaso. Mi vida transcurría por mis venas, mi vida transcurría en forma de nubes. La voz que cantaba me acompañaba; cantaba poesías al mar, a las montañas, al hombre, a la historia, a los pájaros, a los niños, a los viejos, a las madres y a los padres, a la vida.

Me encontré en un pequeño parque en un lugar muy lejano de aquella montaña, en un lugar alegre y triste a la vez. Una fuerte brisa de caribe refrescaba la noche con olores de nostalgia, de navidades pasadas. Una pequeña luz de brillo tenue iluminaba mi rostro, sentí aquellas melodías antiguas que había escuchado alguna vez en aquella tierra de viejos, esta vez, cantaba una poesía sobre una mujer solitaria que caminaba un día por los bosques mágicos del norte. Cerré los ojos sintiendo una profunda melancolía que emanaba de mis lágrimas, cuando los abrí me encontré de nuevo en la cima de esa misma montaña, viva.

 

La verdad os hará libres: anónimo

Llevó años tratando de convencer a mi padre de que el 9/11 es una mentira. Y a mi madre de que la Religión es un engaño milenario. Mi padre es una persona razonable, es ateo desde que su abuela camandulera cayó en una zanja saliendo de misa, se quebró el vaso y murió. Mi madre en cambio ha ido de religión en religión buscando un apoyo emocional para sus constantes crisis existenciales. Su última locura fue unirse a los fanáticos cristianos, era realmente desesperante verla «améneando» y «hermaneando» a todo el mundo. Incluso convirtió a mi abuela (su madre) quién había sido toda su vida católica. Cosas de locos.

Mi padre siempre defendió a Uribito por haberle permitido volver al campo a trabajar, mi madre en cambio delira con él, es el hombre perfecto: buen esposo, galante, trabajador y rezandero. Vivía con un par de conformistas en la casa. Pero de un tiempo para acá la situación ha venido mejorando. Vengo hablando con ellos sobre el mundo y su decadencia; y entre charlas y charlas, mi padre se ha declarado ferviente defensor del medio ambiente y mi madre anti-consumista.

Por alguna extraña razón siempre que hablábamos de este tema, terminábamos hablando de los Estados Unidos de America y su hambre insaciable. De cómo nos han llenado la cabeza de mierda, y de cómo quieren imponer en contra de la voluntad del planeta «the american way of life». Pues bueno, en charlas familiares en la cocina terminamos resolviendo que el individualismo, el consumismo y la extracción desenfrenada de petróleo, todo eso amarrado a una gran ceguera colectiva y falta de conciencia, los detonantes de la crisis por la cual estamos atravesando.

Pero sólo hasta hoy gané la batalla contra sus mentes cuadriculadas y conformistas. Un tal Rafid Ahmed Alwan al-Janabi, aceptó que inventó todo el cuento de las armas de destrucción masiva en Irak, razón por la cual tropas de Estados Unidos han literalmente destruido ese país – debe ser un negociazo: crear armas, destruir el país, poner hospitales, y luego reconstruirlo – A la guerra de mentiritas, que inició en 2003 y que aún continúa cobrando la vida de miles de personas inocentes, no demoraron otros pendejos en sumársele: España, Inglaterra, Colombia e Italia. Y luego me salen en Italia haciendo shows patéticos por sus alpinos muertos combatiendo a nombre de otra nación, justamente la que nos está llevando al apocalipsis.

La gran casualidad es que ayer conversaba con un hermano de mi padre, que vivió durante un año en un Bunker en medio de Bagdad. Me cuenta que las carreteras, los edificios, ciudades y pueblos son escombros, que detrás de todo está Dick Cheney. Sus compañeros gringos y él, son plenamente conscientes de esta gran mentira que el mundo entero se ha tragado sin chistar. Esta y las otras 935 que ha mediatizado el gobierno green-go, para justificar las guerras que desangran a esta miserable humanidad.

Irak: Historia de una mentira. El Espectador

Lo único que quieren es Petróleo. Lo único que quieren es seguir alimentando ciudades inútiles como Las Vegas. Lo único que quieren es seguir teniendo el mundo a sus pies. Sin importarles la vida de la humanidad y del resto de especies que conviven -desgraciadamente para ellas- con esta inmundicia humana. Humanidad: Despierta! No hay nadie escondiéndose en un hueco en Afganistán. No hay armas en Irak, porqué mejor las tropas no las van a buscar en su país?

«Dios y Patria»? Abajo Dios y abajo la Patria. Que viva el Planeta y que viva el hombre. Ahora recuerdo las palabras de un sabio anciano piemontese, lleno de plata, pero siempre con la misma ropa y el mismo olor a vaca: «Faciamo schifo adesso» decía en un pobre italiano y con actitud derrotista pero enfadada. «Damos asco ahora»: «no hay quien siembre el maíz, el ajo, dos papas». Es que la lógica no es tan complicada: no necesitamos de todo eso que nos venden para ser felices. Y es esto lo que más aterra. La indiferencia.

Después de estas tristes charlas, mis padres sólo desean buscarse un refugio en algún rincón del mundo, tener unas vaquitas y unas gallinitas, una huerta, y una casa llena de tranquilidad. Será mucho pedir? No necesitamos Hummers que consuman la sangre negra de la tierra, y que destruyen a su paso nuestras reservas de oxígeno y nuestra dignidad. Ni tampoco ser famosos y tener lujos. Bien sabe decir mi padre:

«Esos  tan preciados pesos por los que vivimos, no son más que papel, papel que nos ha atado a la esclavitud más miserable, al punto que llegamos a regalar nuestra dignidad por un poco de dinero. El día que todo esto se acabe, el dinero, no lo podremos comer»

Hace poco vi un vídeo donde Robert Kennedy, Jr decía con tristeza: América (USA)  no es más el pueblo que era, su hambre de petróleo lo ha llevado a ser un tirano.

Para el próximo post resolveremos el gran misterio: cómo hacer que su madre deje de creer en Jesucristo. Si es que sigo con vida.

Mil Pesos

De regreso de Italia, pasé por Madrid, pues a los latinoamericanos nos sale barato viajar por la aerolínea española, la amarilla y roja. De Madrid a Bogotá habrá unas 10 horas de vuelo más o menos, me sentaron en la fila de la ventanilla, de sólo dos asientos. Compartí esas diez horas de mi vida con un Egipcio, el primero que vi en mi vida. Un tipo raro, bien particular. Me preguntaba en un mal inglés si la comida tenía cerdo, tuve que calmarlo un par de veces durante la turbulencia, pues era su primera vez en avión.Venía a Colombia a vivir, aunque con una visa de tres meses… ustedes saben.

Había ya escuchado de Mubarak cuando estaba en Italia, por el famoso Bunga-bunga: dícese de un juego sexual cuya metodología es conocida sólo por los mandatarios de Italia y Egipto, y una que otra prostituta menor de edad. Así es, Berluca (75) y su amigo Mubarak (83) parrandeaban juntos, y el bunga-bunga es uno de los tantos escándalos sexuales del primer ministro italiano con menores de 18 años.

La verdad soy ignorante en temas de política internacional. Antes de las manifestaciones del pueblo egipcio, era poco lo que sabía del presidente que hoy cayó, derrocado por la tenacidad de un pueblo. Y era poco también lo que sabía del pueblo egipcio, además de lo que todos sabemos, es decir su pasado. Pero en estas últimas semanas me han dejado realmente con la boca abierta, y un sentimiento inmenso de solidaridad hacia dicho pueblo.

Su perseverancia es admirable, a pesar de que quisieron callarlos, se mantuvieron firmes. Algunos murieron, otros resultaron heridos. Pero ellos tenían una meta firme en la mente: salir de la opresión. La ola de dignidad se despertó en Túnez y llego hasta Egipto, llamando la atención del resto del planeta. Parece que la rebelión comenzó gracias a los jóvenes que reclaman legítimamente libertad, justicia social, y una sociedad más abierta.

Bueno, es mucho lo que uno escucha en la prensa, seguramente detrás de todo esto, como en todo, hay movimientos que se aprovechan de la situación. Y sea lo que sea que pase en Egipto de ahora en adelante, será parte de una nueva etapa del país islámico. Más allá de esto, me encanta la idea de que un pueblo logró derrocar un tirano, y más aún de que todo esto haya sido generado por la juventud.

Entonces me pregunto, qué pasa con los italianos por ejemplo? Tienen un presidente que lucha para mantenerse en el poder a toda costa, llevando a su país a la ruina, además de convertirlo en el hazmereir de la Unión Europea y del mundo. Convirtió la política en un continuo «comedy show» mientras que la educación y la cultura son los mayores perjudicados. Cuándo será que los jóvenes italianos tomarán las banderas de la dignidad y conducirán a su pueblo a una rebelión? Porqué los italianos permiten tanto ultraje?

Hay muchas explicaciones, pero ninguna escusa. Agradezco al pueblo egipcio por demostrarnos que las causas justas merecen determinación. Seguramente en estos momentos el chico egipcio que venía sentado conmigo en el vuelo Madrid-Bogotá debe estar en suelo colombiano viendo en la TV las noticias de su país. De seguro en su bolsillo carga con un insignificante billetico de mil pesos, no debe saber quién es Jorge Eliecer Gaitán, y seguramente nunca leyó lo que está consignado al respaldo.

Gracias Egipto por demostrarnos que El Pueblo es superior a sus dirigentes.


Qué pasó con el futuro??

Tuve que volver a mi odiada universidad. Era un día soleado y hermoso, el cielo brillaba de azul, la brisa movía alegremente las palmeras, la universidad está tan cerca del mar, que el olor a sal inundaba todo a su paso. «Qué hermoso es vivir aquí en el caribe» pensaba sólo para distraerme del hecho de encontrarme de nuevo en tan terrible lugar. Iba rápido, con prisa, a hacer lo que tenía que hacer, no quería estar mucho tiempo allí: malos recuerdos a cada paso, algunos buenos, pero los malos siempre le ganaban a los buenos.

Al caminar mi cabeza estaba sumergida en tantos pensamientos: el pasado, mi vida universitaria, los amigos, los enemigos, los profesores, lo que aprendí, mi vida; y al mismo tiempo: el mar, el sol, las palmeras. Todo al mismo tiempo, sólo para no pensar en lo malo que era estar allí de nuevo. Ya entendimos que no quería estar allí?? ok.

Una voz me sacó del viaje. Alguien gritó mi nombre: una amiguita de mi hermano a la que vi por última vez cuando ella tenía 14 años, y ahora está en la U. Estoy vieja, pensé con horror, pero fue mucho peor lo que vi al poner pausa a mi marea de pensamientos. Oh si! Fue perturbador. En el primer instante no entendí bien que pasaba, luego comprendí, este es el artefacto del que todos hablan! Crishtu! Lo estaba viendo frente a frente, por primera vez, y en acción.

Era uno de los pasillos, uno de esos donde hay muchas mesas y sillas, para que los estudiantes estudien (??). Serían unos 30 jovencitos, de 18 años en promedio. Dónde debía haber ruido insoportable, había silencio. Dónde debían haber libros, no había nada o un vaso de gaseosa. Porqué no hablan entre ustedes????? Porqué no estudian??? Qué hacen?? Porqué todos tienen la mirada hacia el piso??? No era hacia el piso, todos tenían en las manos un aparatito pequeño, con botones diminutos, movían sus pulgares con una velocidad exorbitante.

Tuve que informarme, así que le pregunte a esta niña sobre el aparato que cargaba en la mano. Su reacción fue escalofriante, me hablaba pero no me hablaba, cada dos palabras miraba el aparato que sostenía en su mano derecha. Mientras yo le decía dos o tres cosas, ella miraba hacia abajo como si yo no estuviese, y los pocos segundos que me miraba a los ojos, ella realmente no estaba ahí, no me prestaba atención. Su mente estaba absorbida por el famoso BB. La habíamos perdido.

Y es que es un proceso en el que vamos cayendo todos lentamente: este cuentico de perder la libertad, de la hypermodernidad. Cada vez el circulo de nuestra mente se vuelve más pequeño y más cuadrado, más pequeño y más cuadrado, más pequeño y más cuadrado. Nos dicen qué tenemos que hacer con una voz suave e hipnotizante:

No pienses, no pienses… sigue las flechas que están en el piso, sigue las flechas, y nunca en la vida tendrás que hacer algo por ti mismo, sólo sigue las flechas, no te distraigas, el cielo??? quien quiere ver el cielo??. Sigue las flechas, mantén tu mirada en el suelo. Las estrellas??? Para qué sirven las estrellas?? Muy bien, sigue las flechas, y obtendrás tu recompensa: Una vida cómoda. La vida cómoda es agradable, no tendrás que sufrir por nada. Porque ni siquiera tendrás que salir de tu burbuja. Así es… sólo sigue por aquí. No hay otro camino, no hay otro mundo, no hay otra vida. Sólo ésta, la que te ofrecemos.

Si este es el futuro, por favor indíqueme dónde está la salida.