Archivo mensual: diciembre 2011

El tiempo es mi duda constante. El espacio no.

El tiempo y el espacio, el «estar aquí» y el «ser concientes» de «estar aquí», el explorar nuestra existencia a través de ambos, hermosas cuestiones existenciales; el primero es éste en el que exprimo mi mente tratando de encontrar las palabras para descifrarlo, el segundo en cambio está ya descifrado a través de los sentidos: los 2800 mt sobre el nivel del mar, el olor a pescado de la cena, la temperatura de mis piés, el sabor a vino en la lengua, la silla sobre la que me siento y a su vez todas las moléculas que vibran dentro de ella. Este es el espacio, mucho más sencillo de comprender, pero que sin el cual no podríamos ser tampoco, es decir, pensamos y somos concientes de nuestra existencia en el universo, nos vemos en un espejo, comemos, crecemos, amamos, nacemos, morimos, todo esto gracias a que somos un cúmulo de células, de materia perceptible. El tiempo en cambio es mucho más místico, él scorre o transcurre (en italiano es casi una onomatopeya), fluye. Muchos pensadores lo comparan con un río que nunca es el mismo río. Hagamos el ejercicio mental, sientense a la orilla de un río, pequeño, grande, como lo imaginen, observen con fija atención un solo punto del río; el agua que ven en este momento ya se fue, ya va lejos, y la que ven en este nuevo momento es el agua que en el anterior momento todavía venía en camino. Lo sé que son muchas palabras, lo lamento. Quiero sólo caer en una cosa: esa agua que vemos en todos los instantes es pasado y es futuro, el presente no puede existir sin ambos. En el momento en el que tomas una fotografía del momento presente, ya es pasado. En palabras de Borges, presenciamos «la agonía del tiempo presente desintegrándose en el pasado».

Y el futuro o el por-venir, es siempre el hoy, es el regreso a la eternidad, la idea de un porvenir es lo único que nos alimenta, por eso lo construimos desde el presente con pedazos de pasado y con pegamento de memoria. Platón decía que el tiempo es la imagen móvil de lo eterno y el futuro sería el movimiento del alma hacia el porvenir. Volver a la no-existencia, a la eternidad. Se me acaba de ocurrir una escena para explicar la abstracción: Imaginemos una carrera de carros donde salen de un punto A a un punto B, Nosotros estamos en la tribuna observando la carrera, simplemente observando sentados sin ningún movimiento, en la «eternidad», En un determinado punto se nos llama a ser participantes de la carrera, el tiempo transcurre en forma de secuencia, los segundos son partículas de eternidad una tras de otra en fila, es movimiento, La carrera inicia y acaba, como la vida, después volvemos a ser simples espectadores fuera del espacio de la carrera, inmóviles en el tiempo.

Nosotros como viajeros hacia la eternidad, soportamos todo el peso del camino con sus incertidumbres, aunque afortunadamente sabemos que existe un nuevo sol que vendrá mañana, y pasado mañana, el después de pasado mañana, dándonos tiempo para entender el viaje. Imagínense por un momento que toda la carga de la existencia se nos fuese dada toda en un inmenso paquete, dentro del paquete hay cientos de cartas, libros, papeles, películas, números que te explican todo, hay manera de devorar toda esa información contemporáneamente? No. Para eso se nos fue dado el tiempo, para tomar con calma cada uno de esos libros, cartas, papeles, películas, información, leerlos, entenderlos, conectarlos los unos con los otros, El rompecabezas no se puede armar instantáneamente: cada pieza es puesta en su lugar una tras de otra, en sucesión.

Amo leer que tanto a Borges, como a Nietzche, como a Einstein y Hawking, como a Platón y San Agustín apasionó este tema tanto como a mí. El mismo Borges decía que si lograramos descifrar el tiempo lograríamos descifrarlo todo. Porque si el tiempo fluye desde el pasado hacia el futuro, y es infinito, debe tener un origen. De ser eterno, el futuro podría moverse hacia el pasado, y ese no es el caso. Un origen del movimiento del tiempo, un origen del universo, puede ser el mismo origen nuestro. Por esto me gusta estudiar y pensar en la maravilla del tiempo, porque está intimamente ligado a nuestro profundo problema: Quien soy? Quienes somos? Qué hacemos aquí? El tiempo es el mismo que se descompone mientras pienso en el origen del tiempo.

Amo el misterio de la existencia, como bien dijo San Agustín, sentir que mi alma arde por saberlo todo. Ser yo misma es una prueba palpable de la existencia del tiempo, crecer como cualquier otro ser vivo, cambiar, no ser la misma cada día física y mentalmente, ser conciente de que el peldaño donde tengo el pie ahora es el peldaño que se deja y el que está frente a mis ojos es el que se toma, atravesar mil circunstancias que sólo te conducen a un destino que al mismo tiempo ya fue, y a pesar de todas estas cosas seguir siendo siempre yo, permanecer sin importar el transucurrir del tiempo, como quien permanece de pie en medio de una ventisca que amenaza con derribarlo. Somos siempre nosotros permanentes en lo móvil, pero móviles dentro de lo único permanente, la eternidad. Como dije en alguno de mis post,  cada día es un No a la eternidad…. Y no es en vano que tengamos días y noches, no es en vano que la tierra gire alrededor del sol para tal efecto, Contamos númericamente, vivimos y recordamos nuestra vida bajo mandato del sol. Entre un día otro, tomamos la noche para dormir, para soñar, aunque yo agregaría también para morir, y así cada mañana volver a nacer y nuestro día trascurre siempre en dirección a la noche, como nuestra vida hacia la muerte. Por eso es que es tan mágica la noche cuando nos quedamos despiertos, es un pedazo de oscuridad que podemos ver, Y por esto es tan mágico el sueño porque es lo más cercano a la muerte dentro de lo que conocemos, Y por esto es tan mágico el tiempo, porque me permite pensarlo en él mismo, mientras veo el reloj tranformarse en futuro, acercándose al lúnes, al mañana.

Y ya es mañana.


Huésped sin Sombra

La noche turba a las almas solas, se adentra en lo profundo de sus miradas vacías, hace orgías entre demonios en el infierno de sus soledades, se embriaga con su sangre oscura, elixir primario de la muerte. Las aniquila antes de parirlas de nuevo. Sentir el vacío, la soledad del alma, el ser un outsider del grupo alegre de la gente satifecha,  es un sentimiento o una condición que nunca nos abandonará. No importa cuán feliz, exitosa o rica podamos llegar a ser, esta maldición se quedará adentro siempre.

La ausencia de todas las cosas a las que alguna vez amé, la mayoría recuerdos de la infancia -de cuando tenía la mirada inocente- el tiempo la ha llenado con vacío. Tiempo inclemente, constante rechazo a la eternidad, todos los días son solamente un No a la muerte, un Sí a la vida. Cual de las dos es la más leal? La que nos aguarda paciente así no la conozcamos, o esta de la cual conocemos bien todos sus cuchillos? Amar la vida termina siendo amar la conciencia de la vida, la imagen que tenemos de ella en nuestras mentes, la abstracción, ego. O en palabras de Ciorán: Si el más profundo yo pudiera hablar, diría «quiero ser alabado». Alabar la vida es alabarse a sí mismo. (Yo no lo logro, odio la vida como a mí misma) Las almas solas conviven en una disputa permanente con la vida. Un reto a muerte.

Aquí me tienes, aquí me trajiste, ahora qué quieres? Eres una Puta y te odio! De no ser por la muerte que compra tus caprichos no valdrías nada. Le grito a la vida cada día.

Las almas solas aman contemplar el transcorrer lento y delicado de las nubes sobre las montañas, sumergirse en el sonido nostálgico del violín, saborear lentamente en sus labios el sabor del vino tinto, momentos en los cuales los demonios de la conciencia descansan. Las almas solas aman bailar con la muerte, descender a ella por las noches, habitar su castillo sin miedo a la oscuridad total, lamer sus pies, descomponerse lentamente en su lecho de hojas secas amontonadas por el viento. Como en este tierno instante.

Mañana me desperté y me vi acostada en mi cama, acurrucada como una pequeña cuando duerme plácidamente. Nunca antes pude dormir con los ojos cerrados.

Nada deja mi paso por la tierra.                                                                                                En el momento del callado viaje                                                                                                he de llevar lo que al nacer me traje:                                                                                        el rostro en paz y el corazón en guerra.

Ninguna voz repetirá la mía                                                                                                             de nostálgico ardor y fiel asombro.                                                                                          La voz estremecida con que nombro                                                                                         el mar, la rosa, la melancolía.

No volverán mis ojos renacidos                                                                                                de la noche a la vida siempre ilesa,                                                                                             a beber como un vino la belleza                                                                                                  de los mágicos cielos encendidos.

Esta sangre sedienta de hermosura                                                                                        por otras venas no será cobrada.                                                                                                  No habrá manos que tomen, de pasada,                                                                                  la viva antorcha que en mis manos dura.

Ni frente que mi sueño mutilado                                                                                                recoja y cumpla victoriosamente.                                                                                 Conjuga mi existir tiempo presente                                                                                               sin futuro después de su pasado.

Término de mí misma, me rodeo                                                                                              con el anillo cegador del canto.                                                                                               Vana marea de pasión y llanto                                                                                                   en mí naufraga cuanto miro y creo.

A nadie doy mi soledad.                                                                                                            Conmigo vuelve a la orilla del pavor, ignota.                                                                                                                                                Mido en silencio la final derrota.

Tiemblo del día. Pero no lo digo.

– Meira Delmar

Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan

Domingo frío y solitario en casa. Desesperadamente quiero huir de la ciudad y de la monotonía. Así que esta tarde me fui a dar un paseo a las afueras de la ciudad, me sumergí en un inmenso bosque de eucaliptos, enmarañado entre hilos constantes de agua y árboles que jugaban con el cielo. Caminé y caminé hasta encontrar el sitio perfecto donde pudiese recostarme en la grama para conectarme frente a frente con la luz fuerte, cálida y amarilla del sol. Aqui dónde estoy, estoy sola, perdiéndome entre el sutil sonido de las hojas, los sapos, las cascadas y los pájaros. Cerré los ojos. Empecé a sentir suaves gotas que empapaban mis mejillas y un frio que lentamente empezaba a subir por mi cuerpo. Cuando abrí los ojos, el cielo ya no era azul y las copas de los eucaliptos se habían desvanecido. Así como todo alrededor. La neblina se había apoderado de todo a su paso, encarcelando la luz, encarcelando el color, encarcelando también mi mente. El camino de regreso a casa sería muy difícil sin lograr ver ningún punto de referencia. Sin embargo, caminé. Debo admitir que sentía un poco de miedo, no sé de qué, talvez del caminar sola en un camino donde es imposible ver algo.

Ya habrían pasado unos 30 minutos de camino en el medio del bosque. En el recorrido me adentré en las conversaciones secretas de los sapos y en la suave y delicada línea que separa el verde del blanco. A unos 5 metros de distancia comienza a aparecer entre la niebla la silueta de una casa. Me acerqué. Era una casa grande y vieja, con vigas de madera mojada que apenas lograban sostener el techo. La poca luz que se filtraba a través de las ventanas dibujaba formas y fantasmas, gritos y pasado en las paredes y en el piso de la vieja casa. Una bandada de pensamientos pequeños y negros comenzaron a volar sobre mi cabeza, formaban hermosas figuras en el cielo de mi mente, de modo homogéneo pero desacomodado daban vueltas alrededor de mi subjetividad, y en su vuelo graznaban despavoridas frases:

«Pero no hay olvido, ni sueño: carne viva.»

«Eres sólo la imagen del sueño, en el sueño de alguien más»

«No existe el tiempo, ni el despertar, sólo el sueño y nuestra vida acaba en uno»

Basta! grité y los cuervos desaparecieron de mi mente. Tomé una fuerte bocanada de aire con intenciones de despertar, pero aún estaba en la casa. Me reincorporé para encontrar sentado en una de las viejas poltronas de la sala a un hombre. Un hombre joven y viejo a la vez, de esos hombres que físicamente tienen poco más de un cuarto de siglo pero en sus ojos miles de años de sabiduría acumulada,  de mirada perdida pero curiosa, por más que no recordaba su rostro y que a duras penas podía verlo con claridad, sabía quien era y no sentí miedo, al contrario, alivio. Con dulces palabras me pidió que dejara el miedo afuera, que no tenía ningún motivo para temer. «No estás soñando, esto es tan real como la vida a la que llamas real, mira tu reloj, qué horas son?»

Absurdo. Siempre me ha pasado. No logro ver los números, se distorsionan, se mueven, no sé qué horas son, la desesperación me atrapa, necesito saber qué hora es, cual es la realidad de mi tiempo-espacio, dónde estoy, cuántos años he vivido, cuantos segundos me quedan. Me asusto y me despierto en mi cama, me cuesta trabajo abrir los ojos, mala señal, miro a mi alrededor la neblina no se ha ido, está allí fuera de mi ventana, y mi amigo me está observando fijamente desde la puerta de la habitación. Trato de hablarle, pero siento mi lengua pegada al paladar. Trato de levantarme pero no tengo fuerzas, por más que lo intento con toda mi energía. Comienza la angustia. Mi amigo se acerca, coloca suavemente su mano cálida sobre mi frente «te extrañaría aunque no te conociera» dice. Caigo profundamente dormida otra vez. Lograré despertar?

Siento una fuerte agitación en el pecho, mi respiración se acelera, cuando abro los ojos estaba bajando una colina a toda velocidad, como si estuviera huyendo de algo. Bajaba corriendo en medio de los árboles por un angosto camino de lodo. No tengo idea hacia dónde me dirijo. Sólo sé que mis piernas se mueven, que corro, que estoy bajando la montaña, pero la montaña se mueve, cambia de forma cada segundo, el árbol que veo ahora(pasado del próximo «ahora») no es el mismo que veo ahora (futuro del anterior «ahora»), el paisaje cambia ante mis ojos, una piedra que no estaba antes, un riachuelo en medio del camino, es el paisaje que se mueve o soy yo? Estoy detenida en el tiempo y es el universo el que se mueve en otro tiempo? O somos nosotros los que atravesamos el umbral del destino y de la eternidad? No logro comprender qué soñé, qué fue real, esto es real? Es la percepción del tiempo la que cambia constantemente, a veces se hace eterno como en un trip de ácido, un minuto puede ser infinito, el minuto se mueve en otra dimensión y en otra dirección, nosotros en cambio hiper-reflexionamos en lo que pareciera el minuto antes de la propia muerte, eternidad. A veces en cambio se hace corto, muy corto, diminuto, como toda nuestra vida vista en la línea del tiempo del universo. Un parpadeo.

Me detengo un segundo para tomar aire y sacar todos estos pájaros que dan vueltas vertiginosas en mi cabeza, miro a mis espaldas, y me doy cuenta que la niebla va bajando también entre los árboles a toda velocidad, haciendo blanco todo a su paso y se acerca muy rápidamente hacia mi. Tal cual como su forma gaseosa y húmeda disuelve todo a su paso, así mismo sopla desde lo alto una nube de sueño universal.