Archivo mensual: May 2016

Mami espérame

En este pedazo de hoja quiero hoy plasmar la marea de sentimientos que me aqueja. El agua está brava y no hay canción que la calme. Quisiera tirar mi ancla, y reposar, pero estas aguas tan profundas no son aptas para que mi barca se repose. Debo seguir a pesar de la tormenta. Como un niño a punto de nacer, contengo la respiración y confío en que mi madre me empuje con furia hacia el mundo y me saque de este atolladero. Elimino de mi mente lo externo y evoco entonces imágenes felices que hagan de este parto, justo eso, una transición de estado. Imagino que he de llegar a una playa cálida y de arena blanca. A mi arribo veo salir a mi madre de una enorme cabaña con techo ‘e palma. Viene corriendo y me recibe con una inmensa sonrisa y un plato de fruta fresca, detrás de ella mis abuelos se abrazan alegres y al fondo se escucha la banda. Así, de repente, me olvido de los daños que me han hecho y de aquellos que he hecho. No existen. Desaparece todo de un golpe. Se me olvida la tormenta y la violencia del estrecho canal uterino de mi primeriza madre. Y todo se vuelve radiante, brillante, con un sol que quema. Al son de la música abro mi falda de par en par por primera vez, como las alas de un pichón que finalmente se despliegan y se lanzan al abismo. Quiero que mis amigos me hagan un retrato para mis treinta años, que cada uno me dibuje como les venga en gana, para que quede testimonianza de esta mujer.

Caribe

Soy del Caribe, al calor no temo
voy por el mundo con calma
segura de que en mi invierno
un cálido mar me aguarda

Soy del Caribe y no tengo miedo
tengo los ojos indómitos de mi madre y el corazón hecho de tierra
con la mochila que me heredó
me dejó preparada para la guerra

Voy lejos pero siempre vuelvo
al corozo, al tamarindo y a la gaita
a la bondad del mamo y del palabrero
a la protección invicta de mi viejo sombrero

Soy la hija predilecta del indio
la adorada libertad del esclavo
el sueño inalcanzable del blanco
la perla que los piratas jamás encontraron

Me pongo a mirar lejos y entonces me doy cuenta,
Yo soy lo que no se entiende
no hay palabra que lo explique
a mí me traen las brisas que sólo llegan en diciembre

Soy del Caribe, del caribe colombiano
del sol no me escondo
mis pies descalzos pisan la arena ardiente
y en el viejo muelle esperaré mi próxima muerte

El abanico e’ yuca me arrulla ya con ternura
la bonga me cubre en los días inclementes
Por las noches la hamaca me espera tranquila
y que sea la cantaora a barajar mi suerte

Soy del Caribe y me reafirmo con cada totuma de agua
con el paso firme de mi pie izquierdo,
que en las noches de cumbia
sigue al llamador hasta llegar el alba

Me acuerdo de mama mode y papa toño
ahí van las morrocollas que alargaron sus pasos
mi abuela me narra leyendas del pasado
cuentos que aún retumban en estas paredes de barro.

 

Hombre Solo

Te veo sentado en la punta del muelle, solo
Veo las montañas y el mar
La nieve fresca
Y el verde virgen de la primavera

Desde mi vida te observo
Envidiosa soy de tu soledad
De tu cuaderno, de tu silencio
Y de las palabras que allí escribes

No voy a tu encuentro
No soy capaz de invadirte
Ya me invado a mi misma
Acá dentro no existe tregua alguna

Entre el nacimiento y la muerte
Te amalgamas con la naturaleza
Aceptando la vida con enorme ligereza
Mirando las montañas, y el mar…

Y la nieve fresca
Y el verde virgen de la primavera

Volo

Non posso fare altro che volerli bene. Li osservo dall’inizio. Il giapponese della maglia rosa, il senegalese degli occhi buoni, la signora nera con la parruca che mi chiede dov’è l’aereo, la coppia vecchia con il neonato, la mamma francese con il figlio adolescente, la ragazza nera con la bambina più bella che abbia mai visto. La giovane famiglia eritrea con i due bimbi piccoli, e tutti con gli occhi buoni. Il ragazzo con la fidanzata più grassa di lui, l’italiano con gli occhiali da sole, il signore bianco con la sciarpa e l’aria bohemia, il ragazzo con le cuffie, le eleganti dame dell’equipaggio, il padre che spiega tutto al figlio di sei anni, l’uomo degli occhiali e l’anello con pietra nera nel mignolo. Il signore pelato con le scarpe da ginnastica, il ragazzo del naso fino che sfoglia un telefonino con lo schermo rotto, il capitano che parla francese, la ragazza con la sciarpa a quadri che guarda dalla finestra, la vecchia che cerca di dormire. La ragazza mora che scrive nel suo quaderno rosso, l’uomo con la maglia a fiori che sfoglia il catalogo delle vendite on board, il tipo della cravatta grigia e rosa, la donna semigiovane – semivecchia con i capelli corti, il signore di calvizie appena iniziata che legge qualcosa sull’ipad, quello col colletto bianco, quella degli occhi chiusi, la anziana dei capelli viola. In fine, come non volerli bene.