Para enaltecer las maravillas del cine, glorificar sus posibilidades y vanagloriarse de su propia genialidad, ya cientos de cineastas y críticos han usado las más perfectas y especificas frases y aun hoy otros tantos hacen referencia a ellas para sumar a sus propias explicaciones, otras con las que pretenden dejarnos claro que el séptimo arte es la cúspide de la expresión humana pues reúne a todas las demás dentro de ella. Que la pintura, la arquitectura, la literatura, la música, la escultura y la danza, se condensan para dar luz a un nuevo arte que además de juntarlas, las usa para producir una nueva realidad que sacude la nuestra y que saca a relucir sin mayores esfuerzos los sentimientos mas aferrados del hombre cada vez que lo enfrenta a su propia realidad. Ya Diego Rojas, hizo referencia a todos estos “poetas cineastas”, razón por la que no citaré nuevamente las frases a las que estamos acostumbrados, porque ya se ha entendido que un verdadero amante del cine se ciega ante la magia absoluta de este arte y conoce de antemano todas sus bondades. Así inicia Rojas su articulo “Cine Colombiano: uno se mira para verse” convenciéndonos de lo fabuloso que es el cine, compilando muchísimas frases y despreciando un poco otros grandes inventos como el periódico, la radio y la televisión.
Pero claro, nos encontramos frente a un invento generador de una revolución cultural de la que sólo intelectuales del cine creen saber sus verdaderas dimensiones. Hablamos de un invento que guarda vigencia dentro de su propia caducidad; que está cargado de patrones culturales de poblaciones, épocas y mentes, razón por la que una película se convierte en un registro histórico de una sociedad; un invento que además logra encarar al ser humano ante si mismo, valiéndose de sus más oscuros sentires y más inalcanzables sueños. Como si fuera poco crea un nuevo mundo de probabilidades absurdas que no son más que el aflorar de los deseos humanos y que varían dependiendo de la idiosincrasia del realizador, que se convierte en representante de los ideales que guarda su pueblo y su momento. Esto tratando de ser realistas, sin desconocer que el cine trasciende con gran ventaja los limites de la realidad que pretende reproducir. Pero desde otro punto de vista, uno más creativo, nos hallamos en una perspectiva que nos muestra un invento capaz de manipular tiempo y espacio; que nos lleva a lugares inimaginados, nos muestra el mundo desde ángulos imposibles.
Para aludir a esta reseña me quedo con lo primero, el reflejo de los ideales de una cultura, para entrar a esbozar el cine colombiano según el artículo de Rojas. Esta revolución llega al país a través de los hermanos Di Domenico, que después de tener un exitoso fracaso con la reproducción de la muerte del General, héroe de guerra, Rafael Uribe Uribe se dedican a la exhibición y distribución de filmes, pero que en 1915 hacen nuevas filmaciones bajo el nombre de noticieros, sin conseguir exhibir un filme “mas elaborado”. Llega también a explorar tierras colombianas el camarógrafo de los Lumiere, Gabriel Veyre, que proyecta en Cali algunas “vistas” de su estadía por el país. Luego, en 1907 comienza la proyección de algunos filmes hecho en Colombia gracias a la Compañía Cronofónica, dentro de los cuales se incluyen algunos del italiano Floro Manco. Durante esta primera época del cine colombiano se recurría al registro directo por lo que el público esperaba informativos, imágenes de paisajes o eventos culturales. Colombia empezaba a verse a si misma cara a cara, mientras que otros países ya creaban sus códigos de narración cinematográfica, bajo los lineamientos de la dramaturgia y la literatura universal, previendo a su vez los alcances de este invento, la ciencia y la tecnología se pusieron a disposición del cine.
Con las condiciones propicias, entiéndase económicas y culturales, para la entrada triunfal de la ficción a nuestras mentes, comenzó en Colombia el desarrollo del drama en la pantalla gigante, las historias colombianas empezaron a tener su espacio dentro de este arte en gestación. En este trayecto que recorre el cine colombiano, pasamos por logros como la inclusión del sonido en el cine, de equipos portátiles dejados por la segunda guerra mundial pero también por momentos difíciles como recesiones económicas, guerras y los cambios políticos a los que constantemente Colombia estaba (está) atada y que afectan el desarrollo de cualquier idea. Sin embargo y me llama la atención, dentro de esta historia pocas fueron las intenciones de igualar el cine extranjero, a pesar de que el gobierno colombiano haya dispuesto leyes para apoyar la producción cinematográfica en el país. Por el contrario y como ya es costumbre para nosotros los colombianos, los ideales de la industria empezaron a dividirse y contraponerse, es entonces cuando surgen dos vertientes: los realizadores que apuntaban a un cine para el publico, entretenido y comercial; y los realizadores que buscaban enmarcar movimientos políticos. Sin embargo esta confrontación logra desembocar en la creación de conceptos dentro de la industria cinematográfica colombiana; el cine comercial y el cine independiente, además de que el cine colombiano comenzaba a entender y a apropiarse de las bondades de este arte.
Cuando este embrollo mental, del que hablaba al inicio de la reseña, empezaba a ser digerido tanto por los espectadores como por los realizadores, se inicia un desarrollo del cine colombiano en todos los sentidos: hablamos de reconocimiento, apoyo, evolución tecnológica, pero lo más importante, empezaba a hallar su propia forma y su propio concepto (que sigue en camino).
Que aun siendo un bosquejo, muestra de modo muy explicito la esencia colombiana. Las historias marcadas por los traumas que ha soportado este país y a su vez la personalidad del colombiano, bajo la dirección de realizadores colombianos que se también atrevieron a romper esquemas y a hacer uso de todas las alternativas a su alcance. Y detrás de ellos una “chusma enardecida” de jóvenes enloquecidos por el cine que atiborran ahora las universidades porque han sido tocados por la magia del séptimo arte, conocen su magnitud y saben que la mejor forma de dejar estampada su huella imperecedera en la historia es a través de una buena película.
(Aunque no tiene que ser buena necesariamente)
Reseña del articulo de Diego Rojas: Cine colombiano: uno se mira para verse.