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La Patria también duele

Mi país es enorme, está dividido en 6 porciones de tierra, cada una con su hermosura. Región Andina, Región Pacífico, Región Orinoquía, Región Amazonía, Región Caribe y Región insular (San Andrés y Providencia). Es rico en todos los sentidos posibles, menos en uno: paz.

Sin embargo, son muy pocos los compatriotas que conocen perfectamente su país, desde hace unos años si el colombiano viaja, es para salir de su tierra, cosa por la cual nos odian en muchos países hermanos, como Ecuador. En cualquier parte de Ecuador la escena del taxi se repite una y otra vez, exactamente igual:

Taxista: De dónde es señorita?

Xeh: De Colombia.

Taxista: silencio  o «mmmmm»

Xeh:  silencio.

Taxista: Sabe que hay mucho colombiano y cubano aqui, pero no les hacen buena propaganda a sus países…

…y continúa la carreta. No quiero entrar en la discusión de porqué un país hermano debe maltratar a los compatriotas que llegan buscando una vida mejor. Y es que hasta ahora lo entiendo, de donde vengo yo, la vida es maravillosa, es caribe, es alegría, sol, buena energía, con sus cosas buenas y sus cosas malas se logra vivir feliz. Mi ciudad es un pedacito de paz en un país de guerra. Como siempre tuve los ojos bendados, pude hasta afirmar en algún momento que en mi país no había violencia, pero Colombia no es el atlántico. Colombia es Urabá, es el Guaviare, es Nariño, es Buenaventura, es Villavicencio, es el Vaupéz, es Leticia. Y hoy,  con dolor descubro que muchos compatriotas, más de los que podía imaginar no se la pasan nada bien.

Culpables? Enúmeremos: La clase política, los grandes empresarios del campo y la industria, la guerrilla, el ejército, los paras, EEUU, los medios,  la guerra contra las drogas, el «desarrollo», las novelas, el Jet Set, los hijos de papi, pero sobretodo el colombiano ciego. Ahora comprendo que hay zonas del país donde ni el gobierno tiene control, donde los habitantes son obligados a vivir con temor, donde los niños no pueden jugar tranquilos pues deben tener cuidado con las minas, donde valen más los afanes de riqueza del gran exportador de frutas que el reclamo de un sueldo justo del campesino que la cultiva, hay lugares en Colombia donde la vida no tiene ningún valor.

Porque nadie se conduele de aquél campesino anónimo, padre de familia, que fue asesinado para despojarlo de sus tierras. Tierras que valen más que el padre de esos niños ahora huérfanos, porque grandes multinacionales necesitan llevar la fruta que la modelo europea comprará. La deshonra por la muerte de sus ciudadanos no afecta al gobierno nacional. Porque nuestro gobierno está más interesado en dar vía libre al enriquecimiento de grandes empresas, a la inversión, a toda esta paja que nos meten… que en brindar una vida feliz y modesta a sus habitantes.

Habitantes que además, son de todo tipo, en Colombia convivimos negros, campesinos, blancos, extranjeros, mestizos, mulatos, indígenas caribes e indígenas andinos, e incluso indígenas de los cuales no tenemos conocimiento, pues llevan miles de años viviendo escondidos en las entrañas de la selva. Pero en un país tan vasto y tan hermoso, ya no hay espacio para ninguno de nosotros, o bueno, sólo para los blancos. Pues a los campesinos les han robado las tierras, a los indígenas su territorio ancestral, los negros siguen siendo esclavos y aquellos de las ciudades se ven obligados a vivir en casas que parecen bunkeres. Es así como Colombia es uno de los países con más número de refugiados en otros países. Países que a pesar de abrirles las puertas, también les discriminan y les maltratan.

El colombiano es entonces sinónimo de drogadicto, mula, traficante, violento, ladrón, puta o pobrecito, desplazado, mendigo, roba empleos. Entonces sale un orgullo estúpido en forma de escudo para defendernos de la intolerancia. Un orgullo que además de ser real, por las bondades hermosas de esa tierra donde casualmente nacimos, es también idiota porque aflora de la misma rabia de sentirse atacado. Estoy segura de que muchos compatriotas, hoy refugiados o migrantes en otros países, no lo hacen por gusto, pues la tierrita siempre se echa de menos. Lo cierto es que migran pues su país los ha abandonado.

Aquí les dejo este documental hecho por Hollman Morris, que explica los ultrajos cometidos por los Paras en los 90’s y 2000, en el Urabá antioqueño. Sólo una muestra de la gran herida por la que se desangra este gran pueblo. Colombiano!Te presento a tu país:

IMPUNIDAD

Si la dignidad es sólamente humana… entonces?

Lo que vi esa noche quedará grabado en mi memoria, grabado como después de una tortura con choques eléctricos.

En un país desconocido, pero conocido al mismo tiempo, llegué sin un plan, sin una guía, sin una idea. Me dejé llevar por el fluir del viento hacia donde él quisiera llevarme. Así terminé allí esa noche, preguntándome una y otra vez el porqué de mi desdichada suerte. Debo admitir que no fue sólo la noche, desde la mañana la cosa empezaba a tomar forma. Como una buena extranjera no tenía ni idea dónde iba a terminar tal desenfreno.

La excusa es una sola palabra: Carnaval. Y realmente después de esta experiencia ahora tengo dudas de lo que yo creía, era el carnaval; una muestra folclórica y cultural de un lugar. Pero va mucho más allá de eso fuera de los límites de mi ciudad. Cada pueblo del mundo tiene un carnaval y la justificación no es más que una, el desaforo y la violación de las leyes, al menos por un día. Debo reconocer que para violar las leyes en mi ciudad no se necesita esperar a un día especial en el año, se violan cada minuto a diario, y la gente tampoco necesita un día en especial para ser alegres y espontáneos. Caso contrario, a mi punto de vista, el de los pueblos andinos. Uno que vive acostumbrado a verlos siempre tranquilos, silenciosos y sumisos, es verdaderamente shockeante verlos fuera de sus ropas de siempre.

Pasa que Latinoamerica no es Venezia, aunque en algunos lugares se ha logrado educar a la gente alrededor de la conciencia y la convivencia en el carnaval, pareciera que muchos otros pueblos de nuestro continente –  gracias a nuestra historia de colonización –  han olvidado realmente sus culturas, para «asemejarse» o «mal imitar» comportamientos occidentales carnestoléndicos que poco tienen que ver con nuestras verdaderas tradiciones. Nuestras culturas contaminadas por un catolicismo represor y malvado, requiere necesariamente de un espacio que permita burlarse de Dios, de los curas, de la represión sexual, etc. Tanto que el carnaval se rige por la semana santa, y ésta directamente por la luna.

Ha sido entonces el legado religioso occidental que ha propendido por la desaparición de la dignidad, como de todos los males actuales de la humanidad. No se trata de esta gente, o de este pueblo andino en particular. Es una secuela dolorosa de una sociedad que logró acaparar al mundo con sus virtudes, pero también con sus defectos. Mientras que antes de la conquista, nuestras sociedades ofrecían fiestas al sol y a la luna, a la fertilidad, y a la naturaleza, los occidentales se revolcaban en el delirio y la desesperación que les provocaban los diez fatídicos mandamientos, las reglas de oro que han tratado de recortar nuestra autonomía hasta el punto de hacernos sacrificar cualquier cosa con tal de gozar al menos de un instante de completa libertad.

Entra entonces la pregunta sobre la libertad. Todos fuimos libres, desde los griegos a los aztecas, desde los mongoles hasta los nórdicos. La primera representación escrita del concepto «libertad» se cree que es la palabra cuneiforme sumeria Ama-gi. Se cree que es la primera instancia de los seres humanos utilizando la escritura para representar a la idea de «libertad». Traducido literalmente, significa «volver a la madre» , No volver «al Padre» (divino, celestial e invisible). La frase volver a la madre, pienso yo, se refiere a la madre naturaleza, a la naturaleza humana. Y es propio de ella y únicamente de ella: la libertad y de la mano la dignidad.

Escuché decir a un viejo sabio, que la «dignidad» es el único valor que en la naturaleza únicamente se puede atribuir al hombre. Es decir, un perro puede ser tierno, un gato grosero, un delfín inteligente y etc – al menos así me lo enseñaron las fabulas- pero la dignidad es esa característica únicamente humana que se nos atribuye justamente al hecho de poseer un pensamiento y una personalidad propia. Es el sentimiento, que como indica su nombre en latin dignus, hace referencia a la cualidad humana de sentirnos valiosos, gracias al raciocinio y al ejercicio de la libertad.

Ahora bien, está más que claro que la dignidad no siempre ha tenido el significado que tiene. Desde siempre ha habido gente capaz de sacrificar su dignidad por comida, o techo, o… no sé qué más. Y el mundo moderno no es la excepción, por el contrario. Dicho esto, me cuestiono todavía, si es el carnaval una excusa para perder la dignidad sin necesidad de hacerlo.

El degenere comenzó a las 1o am más o menos, cuando un grupo de gente empezó a agruparse a lo largo de una de las calles de la ciudad – o del pueblo diría yo, aunque signifique un insulto para sus habitantes – a las 2 de la tarde comienza un «desfile», desfile que a la gente poco interesaba, la cultura no era el valor principal del encuentro. La cultura de este lugar se reducía a una sola cosa: la espuma. La diversión era bañar a la gente desconocida, de cualquier edad con este químico tóxico, directamente en los ojos. Pero, estamos en Carnaval!!! decían, pero y dónde queda la tradicón, la música, el folclor?? Los grupos folclóricos indígenas que bailaban en el desfile, luchaban con la muchedumbre para hacerse paso, mientras tenían que soportar a cientos de personas agrediéndolos con espuma, tinta,  agua y demás sustancias líquidas.

Realmente es fuerte la dececpción que se vive de la raza humana cuando se le ve agredirse a si misma, cuando el valor intrínseco con el que nacemos se ve olvidado, o quizá nunca aprendido.  El carnaval parece representar el deseo de la gente de renunciar a su condición humana, porque aunque la locura es también una condición humana, es elogiada justamente por su carácter intelecutal… La pérdida de la dignidad no obedece a la locura, obedece a la ignorancia, pero sobre todo al rechazo de la propia razón, de la personalidad y del verdadero sentido de la libertad.