Archivo mensual: septiembre 2020

Vyras

Ven a morder las puntas de mi pelo. Vístete de seda y encarna la mujer que llevas dentro. Embriágate de vodka y sangre, llama a tu madre, llama a tu padre, mueve tus dedos e implora al cielo verte nacer. Levántate alto, erguido y desnudo. Mírame.

Canción para los días nuevos

Yo cuando soy yo, no siento más mis piernas, confundo mi piel con terciopelo, mis manos juegan con burbujas lanzadas desde el espacio, no veo más que números atravesando mi cuerpo, no comprendo la fatalidad, no veo finales, no veo acertijos. Suenan las trompetas de Saturno invitando a bailar con los abuelos, y los tíos y los primos, el sonido se vuelve un huevo cósmico vibrando en el estómago. Mi forma corporal muta 8000 mil años contemporáneos, sin delante, sin detrás, las líneas desaparecen, todo es caos ordenado y todo orden es caótico. La cabeza sólo puede crear, la cabeza sólo puede cantar, la cabeza sólo puede amar, entrever en el bosque lejano de los sueños infantiles figuras que se cruzan como duendes, como sombras anónimas que traen juegos, que traen la verdad, que traen la ternura cubierta bajo el manto cálido de la incertidumbre. La maldad, esa cosa terrible que me invadía como un dinosaurio aún sin descubrir, ahora tiene ojos de arena y vuela lejos apenas el viento de la verdad y de la estética la acaricia. Yo cuando soy yo, no veo más mis manos, los dibujos de las montañas salen de los cuadernos levantándose de la tierra, alcanzando el cielo, dejándome en el valle más florido, donde pasa el torrente más cristalino. No me importa ya quien lee estas líneas mías, que no son líneas, son sentimiento puro, la diosa que me habita riendo de los malos y de los bobos. Las agresiones de un tiempo calvo se resbalan por los costados de la cama y de mi memoria. No recuerdo nada ya, nada quiero recordar. Atrás quedaron los días en la carretera al llano, en la carretera al norte, en los trenes hacia todas las direcciones. Viejas ventanas corroídas enmarcan las caras tristes de quienes ya no se sienten en mi presencia. Esta presencia mía que lo llena todo y viaja hacia el infinito, hacia la última estrella del rincón más resguardado de todo el universo. Acá desde donde miro el mundo, este rincón lleno de historia, de música, de calor materno. Acá donde vengo cuando soy yo, finalmente yo.

Vicisitud

Qué será que siento

Que no siento nada

Qué será que me falta

Que los rezos no alcanzan

Qué será que me quema en las horas santas

Que al llegar la noche la desobediencia llama

Qué será que busco por la pequeña ventana

Tal vez aquello que en el horizonte aguarda

Qué será que espero para concluir esta carta

Quizás la respuesta a una pregunta errada.