Desarraigados

Hay quienes crecen y por más que se extiendan mantienen sus raíces bien ancladas en la tierra. Hay quienes crecen hacia dentro y hacia afuera enseñan solo un puñado de hojas. Hay quienes crecen con raíces débiles que se quiebran con la primera tormenta. Y hay quienes como yo, nos alargamos como un rizoma en el aire. Entre más esta planta aérea se alarga más se encuentra y entrelaza con otras plantas de raíces acrobáticas. Son plantas cuya semilla voló lejos, cayó en un pedazo de terreno fértil, e inició a crecer hacia arriba y a los lados, hasta que sus raíces también se despegaron del suelo, e iniciaron a crecer por encima de las nubes. Pequeñas conexiones electromagnéticas aquí y allá alimentan la planta aérea, como raíces inalámbricas que captan una señal nutritiva.

Los desarraigados son una extraña especie de seres acrobáticos, en constante mutación y expansión, cortan con dolor autónomo las raíces pesadas que los unen a un único grupo de sabia, para intercambiar con otros desarraigados la sabia vital. Al final de sus días su sangre no es de un tipo único, sino un río cuyo caudal recoge cientos de ríos de extrañas providencias. Los desarraigados hacen trueque de libros, de cama, de ropa, de alimentos, de idioma, de recuerdos. A veces incluso intercambian la piel para sentir lo que el otro desarraigado siente. Se encuentran en el aire y al soplo del primer viento se mueven, a veces dispersos, a veces en conjunto, a veces en pareja, a veces en familia, muchas veces solos. Los desarraigados son capaces de compartir las raíces inalámbricas, y no hace falta que otro desarraigado lo pida, el desarraigado comparte todo porque no tiene nada. Nada le pertenece porque es dueño del mundo. Su crecimiento es la anarquía en estado puro, no hay límites para la expansión del desarraigado, para las interconexiones que genera, para el tiempo de su vida, o para el tiempo de su muerte. La ligereza de su existencia le permite estar presente en todo, aprehender de todo, y al mismo tiempo, estar ausente, perderse, hacerse nube y dejar pasar la luz del sol.

Puede suceder que plantas de tierra crezcan tan alto como para poder entremezclarse con las platas aéreas, las plantas aéreas celebran este hecho y a menudo se abrazan a las ramas de las plantas con raíces terrestres por décadas o siglos, pero siempre llega el momento en el que ambas se desenlazan por el cambiar de la dirección del viento. A veces ese entrelazamiento llega a ser tan estrecho que la planta aérea es capaz de generar una raíz inalámbrica conectada a la planta de tierra para volver a veces o para nutrirse cuando es tiempo de sequía del otro lado del globo. Otras veces pasan tanto tiempo entrelazados que la planta de tierra extiende sus ramas más jóvenes alrededor de la planta aérea y se convence a sí misma que se está convirtiendo en una planta aérea, hasta que la raíz lo hala hacia la tierra con tal resistencia que la tensión termina rompiendo las ramas jóvenes y desarmando la maraña de hojas creada entre la planta aérea y la terrestre.

Los desarraigados no son seres sin raíces, son seres con raíces que se extienden en el aire. Sus raíces rizomáticas crean una red de energía que se conecta al electromagnetismo del globlo en puntos específicos para nutrición y comunicación. Sus acrobacias celestes crean otra especie de suelo en el cielo, uno que llama las puntas de las plantas de tierra hacia arriba, hacia el sol, hacia las estrellas, hacia el movimiento del viento. Transmiten la información del mundo a las plantas terrestres, traen noticias para el crecimiento, mezclan el polen, la sabia, los colores. Los desarraigados están siempre listos a sembrar, recoger, intercambiar, y partir, sin abandonar nunca.

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